Espacio negativo de B. R. Yeager

El horror de lo informe




Por Juan Mattio 

Una generación que encontró parte de su educación sentimental viendo I-Sat los sábados por la noche, que forjó su sensibilidad en el cine de Cronenberg y de John Carpenter, que se sintió atraída por la estética de The Cure, podría ser una generación capaz de interrogar el mundo a través del terror. La pregunta es qué tipo de reflexión llega desde esa galaxia y creo que la respuesta está cerca de las ideas de Eugene Thacker en su trilogía del Horror en la filosofía. Por ejemplo cuando dice: “El género de terror sobrenatural es uno de los lugares privilegiados donde encontrar este pensamiento paradójico de lo impensable”. En un mundo que muestra cada vez más su cara no-humana, que oscila entre el desastre y la extinción, el pensamiento sobre un mundo espectral y especulativo, un mundo-sin-nosotros (para usar los términos del propio Thacker), se vuelve indispensable.

Espacio Negativo, la primera novela de B. R. Yeager que publicó Caja Negra, despliega inquietudes y perturbaciones precisamente en esa zona del pensamiento. La historia que narra tiene un pueblo en su centro. Kinsfield se presenta como el típico suburbio que atraviesa su etapa post-fordista con familias disfuncionales y adolescentes que deambulan entre drogas, rock y videojuegos (“El futuro yacía vacío ante nosotros”, dice uno de los personajes en el inicio). Y, sobre ese escenario, la novela propone tres narradores: Ahmir, Jill y Lu. Entre los tres reconstruyen a un cuarto, Tyler, que es quien parece haber encontrado un acceso –cierto glitch, podríamos decir- a un plano por fuera de nuestra realidad. Una estructura narrativa faulkneriana que permite a Yeager elaborar simetrías, contradicciones y contrapuntos en una arquitectura experimental.

Tyler es el núcleo incandescente de la novela. Un adolescente misterioso, magnético, que hace música experimental y se autolesiona regularmente. Es el ojo de la tormenta que azota Kinsfield, su pueblo, donde los suicidios son una epidemia que no para de crecer y donde el comportamiento de los animales y la naturaleza está entrando en crisis aunque a nadie parece importarle. En ese contexto, Tyler aprende a manipular la realidad con ayuda de la ESPIRA, una droga derivada de cierta raíz, y desde entonces adquiere un poder cada vez mayor sobre la realidad y sus comportamientos. Es algo así como un joven chamán punk, alguien que reconfigura el mundo con rituales, fórmulas de encantamiento, altares y sacrificios. Tylor hackea lo real a través de una conversación con las entidades disolventes.

El Manifiesto glitch se subió a la web en 2009 y su autora es la artista holandesa Rosa Menkman. En él podemos leer: “el glitch es la maravillosa experiencia de una interrupción que aparta a un objeto de su forma y discurso habituales”. Este tipo de imperfección está asociado, por supuesto, a la cultura digital pero creo que es posible cierto traslado al mundo real para pensar en eso que Menkman llama accidentes negativos. Porque este tipo de error permite comprender las formaciones y el funcionamiento interno de cualquier sistema o, dicho de otro modo, el comportamiento inesperado hace ver –pone en evidencia- los flujos normales de la realidad.  En la novela de Yeager, los flujos de la naturaleza, del espacio-tiempo y de la realidad están colapsando. Los accidentes negativos se multiplican y un adolecente aprende a usar esos errores en la superficie de la realidad para su propio beneficio. En el momento en que alguien le pregunta a Tyler por el significado de los símbolos que dibuja en la pared, él responde: “Esto significa que el tiempo está desfasado. No necesariamente de una manera irreversible, solo fuera de su cauce. Y es como que no podemos verlo porque estamos dentro de él”.

Yeager ingresa a la tradición de Arthur Machen y H. P. Lovecraft en la medida en que su idea del Mal se inscribe en la zona de las anomalías de la realidad y la disolución del sentido pero, en él, sin mediación religiosa. En el momento en el que Lu (el/la narrador más inquietante de esta historia) intenta comprender lo que pasa leyendo un de los dos libros que saca de la biblioteca (El panteón entrópico y La mente sin vida), encuentra: “En épocas más oscuras, se pensaba que los demonios representaban una fuerza desprovista de vida. (…) Los demonios representaban sistemas que no podían ser interpretados por medio del conocimiento de la época. Así es como persisten a través del tiempo”. Espacio negativo trabaja sobre la hipótesis de que existe esa fuerza desprovista de vida, algo como una vibración en el mundo, cuyo funcionamiento nos es inaccesible y que guarda una lógica no sólo no-humana sino abiertamente anti-humana. El ingreso de esa fuerza a nuestra realidad no haría sino disolver el mundo tal y cómo lo conocemos, y hacer imposible la existencia de la especie.

Regresamos a las ideas de Thacker: “El mundo-sin-nosotros es la substracción de lo humano del mundo, y decir que él es el antagonista del ser humano es intentar reducir esa ecuación a unos términos más humanos, a los términos del mundo-para-nosotros. Decir, por otro lado, que el mundo-sin-nosotros es neutro respecto a lo humano es hablar en términos del mundo-en-sí. El mundo-sin-nosotros se sitúa, por lo tanto, entre medias, en una zona nebulosa que es impersonal y al mismo tiempo terrorífica”. Se trata de los dioses primogenios de Lovecraft y su total indiferencia, se trata del logo de la irrazón de Quentin Meillassoux. Y esto lo deja claro Arnold, uno de los adolescentes que comparte algunos de los saberes mágicos con Tyler, cuando dice: “Dios es impredecible, Dios ni siquiera sabe que estamos aquí”.

La magia (o los hackeos) de Tyler hacen ingresar ese enorme Afuera, algo exterior a nuestro espacio-tiempo, una materia que enloquece a quien la toque porque destruye cualquier categoría humana. En el final de la historia, en el regreso trágico de Ahmir y Jill a Kinsfield, se dan cuenta que el espacio-tiempo de la ciudad está completamente dañado. Las personas que quedaron dentro viven con otra percepción temporal, con otra lógica espacial, en otra realidad. Y en ese laberinto, se pierden: “El bosque se ensancha en todas las direcciones. No hay camino. Ningún sonido de agua. Solo se escucha ese zumbido doloroso del silencio”.

Una de las hipótesis centrales de Thacker es que el círculo mágico, figura recurrente de la literatura de terror, funciona como una pequeña frontera entre el espacio humano y el mundo-en-sí, aquello que está fuera de nuestro entendimiento y percepción. Los personajes están a salvo mientras se mantengan dentro de ese dibujo-ritual y, desde ahí, pueden observar lo que no nos está permitido ver. El ocultismo, para Thacker, no es otra cosa que la tradición que intenta acceder a esa zona oculta, vedada, prohibida que es el mundo-en-sí. Mi intuición es que la nueva ficción extraña –desde Thomas Ligotti en adelante- construyó un nuevo tipo de especulación: ¿qué pasa si accedemos no al mundo-en-sí como en el terror clásico sino al mundo-sin-nosotros, a esas entidades disolvente que puede traer el caos a nuestra frágil realidad? En palabras de Thacker: “Ya no hay espectáculo que contemplar desde la seguridad del interior de un círculo; ahora, lo natural y lo sobrenatural confluyen en un no-lugar, un ambiente, una atmósfera, en la que los personajes se sumergen, un éter siniestro de dimensiones desconocidas”.

Lo que está ingresando a Kinsfield es una especie de virus antihumano, algo para lo que no tenemos categorías, algo que no podemos siquiera pensar. Y, sin embargo, está ahí. Creo que Espacio Negativo puede inscribirse en cierta zona radical de la nueva ficción extraña donde el Mal no supone un enfrentamiento entre Cielo e Infierno, ni demonios que incitan a una acción de daño o inmoral, ni un tipo de entidad sobrenatural que busca corromper las almas. Más bien, en un giro agustiniano inesperado, propone los principios de desintegración como evento contrario a Dios (a quien podríamos concebir como cierto orden, lógica o plan cósmico). Yeager reactualiza (como Ligotti, como Danielewski) la poética del Mal que trazó Machen y profundizó Lovecraft, donde lo anti-humano se expresa en la entropía y el caos.
 

Traducción de Alejo Ponce de León

Caja Negra, 2023
400 págs.

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