Los empleados de Olga Ravn

La inquietud posthumana




Por Juan Mattio 

El campo de la ficción alienígena es un campo amplio de reflexión y desplazamientos de sentido. Un arco que va desde las fantasías producidas por la política colonial europea (La guerra de los mundos de H. G. Wells), hasta el trauma social de la Primera Guerra Mundial (el horror cósmico de Lovecraft), pasando por las diversidades político genéricas que suponen las configuraciones corporales (La mano izquierda de la oscuridad de Úrsula LeGuin) o ciertos conflictos epistémicos en lo que Fredric Jameson llamó tesis de incognocibilidad (Solaris de Stanislaw Lem).  De modo que, si bien es cierto que Los empleados de Olga Ravn se inscribe en este campo, la pregunta es en cuál de sus múltiples núcleos de pensamiento.


La historia que narra Ravn tiene como estructura una serie de entrevistas a los empleados de la nave Seis Mil, donde conviven humanos y humanoides (seres artificiales creados con apariencia humana) y que, tras el hallazgo de un planeta llamado Reciente Descubrimiento, entran en contacto con una serie de objetos extraterrestres de los que es difícil decir si son entes vivos o no, si son seres inteligentes o no. La serie de interrogatorios que hace la empresa intentan indagar en cómo el contacto con estos entes está cambiando el estado de ánimo de la tripulación de una manera imprevista. Los humanos, por un lado, sienten una profunda nostalgia por la Tierra y por el pasado perdido, mientras que los humanoides empiezan a generar preguntas sobre su identidad y sobre con qué fin fueron fabricados. Los objetos, por su parte, se mantienen en aparente quietud: “Como si desde su profunda indiferencia –dice el empleado 012- quisieran causarme daño”.

El lenguaje de la novela es el de la entrevista de trabajo, del test psicotécnico, de la prueba de recursos humanos y de la evaluación de tareas, toda esa materia inerme que es el lenguaje de las multinacionales y sus prácticas laborales, y sirve a Ravn para construir un cierto extrañamiento en lo que leemos que se superpone a la ya extraña situación triangular entre humanos, humanoides y objetos extraterrestres.

Tal vez para acercarnos a Los empleados convenga tomar un desvío hacia otra ficción que se inscribe en este campo. Cuando Ridley Scott estrenó Alien en 1979 era difícil entender hasta qué punto la película venía a reorganizar todo el imaginario extraterrestre en el campo de la ciencia ficción. Lo que solemos recordar es que hay un enfrentamiento entre humanos y la criatura xenomorfa del que sólo la teniente Ripley logra escapar. Sin embargo, hay otra forma de existencia en el Nostromo y es clave. El androide Ash es quien recibe la orden de la empresa de llevar la criatura a la Tierra a cualquier precio, incluso sacrificando la tripulación humana, para convertirla en máquina de guerra. Ash es una forma de existencia artificial e instrumentalizada, con apariencia humana, sí, pero que encarna la razón del Capital. Al percibir esto, lo que parecía una oposición simple entre humano y anti-humano se convierte en un triángulo mucho más complejo donde circulan distintos conflictos Ripley (humana) enfrenta lo anti-humano (criatura) pero también a lo no-humano (Ash, encarnación del Capital). Y es el intento de subsumir la naturaleza en mercancía (convertir al xenomorfo en una forma de armamento comercializable) lo que abre y sostiene, en definitiva, el conflicto.  

Creo que es posible pensar la novela de Ravn como un diálogo en polémica con la película de Scott en la medida que los objetos alienígenas son una entidad misteriosa que no realizan ninguna acción física y cuya única operación es influir sobre el estado de ánimo de la tripulación. En el testimonio 046 podemos leer: “Es una cosa peligrosa para una organización no saber con certeza cuáles de los objetos que están bajo su custodia habrían de ser considerados vivos”. La ambigüedad de la frase se condensa en no saber si quien habla se refiere a los entes extraterrestres o a los humanoides. ¿De qué forma sostener la jerarquía ontológica entre creadores y criaturas cuando las criaturas sienten, piensan, experimentan el amor o la decepción? En Los empleados los humanos artificiales no son la razón del Capital sino, más bien, un punto de fuga para esa relación social. Aquello que el Capital creó pero no puede terminar de dominar ni, por lo tanto, instrumentalizar.

Los humanoides no conocen la muerte natural (aunque pueden ser destruidos), no tienen órganos sexuales ni pueden reproducirse, pero pueden ser apagados y reiniciados (y perder así su memoria). Y, sin embargo, una de ellas pregunta: “¿Y tú cómo sabes que no pasa nada dentro de mí cuando estoy apagada?”. Lo que los entes alienígenas traen a la nave es una terceridad psíquica para los humanoides que mina los protocolos con los que fueron programados y les permite escapar del único espejo que tenían hasta entonces: los seres humanos. Ya no aceptan su condición subordinada en la organización ontológica y, de esta forma, se vuelven inútiles a la empresa.

Tanto en Alien como en la novela de Ravn el triángulo entre formas de existencia es productivo en tanto un cuarto agente deambula entre ellos como una sombra: el Capital. En la medida que las formas de existencia se subordinan a las lógicas de la empresa (Ash) ese agente se mantiene invisible pero, si las formas de existencia rompen su lazo instrumental con el Capital, entonces este debe reaparecer para ordenar la situación (los entrevistadores invisibles de Ravn). Y en ese develamiento se juega el final de Los empleados: ¿Cómo detener los pequeños raptos de agencia que mostraron, de forma inesperada, esos individuos que el Capital había fabricado para su uso y conveniencia?

La novela publicada por Anagrama parece inscribirse en el imaginario alienígena pero, en realidad, lo que invita a pensar es la relación humano y máquina (en tanto el capital variable puede ser una herramienta de trabajo, una computadora o un trabajador humanoide). Su horizonte de preguntas está mucho más cerca de los Nexus 6 de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? De Philip K. Dick o de David, el niño androide de Los superjuguetes duran todo el verano de Brian Aldiss, que del conflicto alien en tanto su pregunta no se inclina a pensar sobre la otredad (amenazante o potencialmente aliada) sino sobre qué terceridad necesitamos, en tanto individuos, para empezar a percibir nuestra capacidad de agencia.

Traducción de Victoria Alonso
Anagrama, 2023
144 págs.

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